martes, 17 de marzo de 2009

Algo sobre mi madre, todo sería demasiado

Gabriela Acher es una mujer de pelo corto, menopáusica y que habla mucho y muy rápido. Le plagió el nombre a la peli de Almodovar “Todo sobre mi madre” y tituló su monólogo: “Algo sobre mi madre… todo sería demasiado”, creo que me corresponde más a mí que a ella. “A menudo las madres se nos parecen y así nos dan la primera insatisfacción”
Tomemos el ejemplo de Víctor Sueiro que amenazó varias veces con tomar el tren, hasta que un día la solapa se le enganchó en la puerta y no tuvo más remedio que partir…. En uno de sus tantos retornos a la Estación Miserere el amigo de los ángeles aseguró “Tuve una visión de un túnel con una luz al final” (seguramente no era una visión, sino el Sarmiento que va de Mercedes a Once a la 6 de la matina), respiró hondo y luego de bajar la vista del cielorraso nos deslumbró con su increíble originalidad “Morir es como volver a nacer”. Mónica Beatriz no tuvo ni que ir a la esquina para volver a nacer, simplemente se divorció.
Mónica Beatriz colecciona amores, incoherencias, parecidos y porvenires iguales a su madre. Entre sus aires más célebres (todos atribuidos por….ella misma) encontramos a Paulina Rubio y Andrea Frigerio, Madre tiene una Hermana, más grande y quizá más loca, que la encuentra semejante… a Liz Fassi Lavalle y le asegura que va a ir presa. La cuestión del color de sus ojos me crea severos problemas de categorización, no sé si ubicarlo en “Incoherencias” o en su delirio de creerse el doble (según Madre el original) de la Frigerio.

- ¡Pero fijate bien cuando les da la luz!- el marrón del iris no para de llorarle, pero mantiene los párpados abiertos y la dirección de la vista fija en el sol de las dos de la tarde.

Si hablamos de amores no puedo sino comenzar por Cabrera. Cabrera y la belleza masculina se encuentran en dos puntos opuestos y probablemente nunca se crucen. Tengo un nítido recuerdo del martes 15 de febrero del año 2000. Otra vez el sol está en el cielo y son las dos de la tarde, pero Mónica Beatriz ya no mantiene la mirada clavada en él y ya no me pide que fije en el color de sus ojos, está totalmente convencida de que son verdes. Suena el portero.

- Pachroncita, Cabrrrrera.

(Cabrera y el misterio de sus ERRES: nunca pude dilucidar el por qué de sus erres arrastradas. Al principio pensé que se debía a una borrachera, pero luego de observar como sus movimientos se volvían más gráciles y suaves ante la presencia de Mónica Beatriz, comencé a sospechar que tal vez se trataba de una galantería francesa copiada de Anté Garmaz. Mi hipótesis se desmoronó el día que, delante de ella, no tuvo el menor reparo en sacarse un moco de la nariz y con la misma mano recuperar el calzoncillo que se le había perdido entre las nalgas. Entonces medité “tal vez sea correntino o riojano”, pero no recordaba dónde nació y tampoco recordaba su nombre. Todo indica que nunca debí descartar mi primer pensamiento.)


Hay hombres masoquistas, Cabrera tal vez uno de ellos, y hay mujeres dominatrices, mi madre sin duda una de ellas. El lunes 14 de febrero, luego de cortar el pasto bajo los húmedos clarores del mes, Cabrera llamó a la puerta de la cocina para despedirse de Mónica Beatriz con un beso en la mano, como de costumbre antes de irse juntó la ropa que la patrona secaba al sol trasero del jardín, depositó el bulto que cargaba sobre su hombro en los brazos de ella y luego con especial cariño le alcanzó las bombachas que colgaban de sus dedos.

- ¡Pero la gran siete Cabrera! ¿Cuántas veces le tengo que decir que no me junte las bombachas? ¡Y hágase un favor, báñese que huele peor que Iron (antiguo perro de la patrona)!
- Je - dio media vuelta, levanto los hombros y se fue con el paso difícil.
- ¡Y ojito con tomar!

A pesar de este episodio, para nada aislado, Cabrera regreso al día siguiente con su borrachera, para nada aislada. Pero el viernes 18 de febrero no fue como ningún otro viernes, como ningún otro 18 y como ningún otro febrero. Cabrera llevaba una camisa color rosa, rota pero limpia, bermudas náuticas y alpargatas Pampero azules con el elástico rojo y blanco. Mónica Beatriz lo miró a través de la ventana de la cocina y me dijo:

- Che, miramelo vos, si le pones los dientes que le faltan y le lavas los que tiene parece un modelo de Kenzo.

Desarrollaron un amor bizarro y una relación comercial basada en el trueque.

- ¿Por qué no vino ayer Cabrera? ¿No habrá estado tomando? Mire que le mando la policía.
- No pachroncita, que voy a tomar yo? Me agayó la noche camino acá.

Probablemente lo que lo agarró no fue la noche, sino el club “Porvenir” con sus mesas de felpa verde, sus fluorescentes inconstantes y su increíble variedad de damajuanas. Pero no hay mentira que funcione mejor con una mujer que un llamado de ayuda. Mónica Beatriz reprimió sus instintos y no lo sentó en su falda y abrazó su cabeza con las dos manos, tampoco lo desnudó y lo sumergió en un baño caliente hasta derretir la costra en su piel, sino que le obsequió una bicicleta, una estupenda “Bigote” de media carrera modelo ochenta y pico, con sillín y manubrio de paseo.

- ¡Qué yo no me entere que la pierda jugando o tomando! ¿Me entendió Cabrera?
- Sí, pachroncita.
- ¡La cuida como si fuese su propia madre, Cabrera!-.

(Y aquí es donde dudo si mi madre peca de inocente o si su ingenuidad es auténticamente falsa y plenamente consciente). Sería tremendamente hipócrita rechazar que si nuestra madre fuese bicicleta no la dejaríamo sin candado contra algún árbol esperando que alguien cometa el error de robársela y llevársela a su casa. “Cuidalo como si fuese tu madre” aplica a casos excepcionales: cuando la madre en cuestión pasó los ochenta años y perdió toda facultad del habla, cuando uno nunca tuvo madre, entonces cuida de la cosa por la importancia misma de la cosa sin ningún valor agregado, o cuando la “madre” es María Teresa de Calcuta (criterio que queda revocado a causa de su condición de monja, si hubiese tenido hijos seguramente se hubiesen opuesto a su canonización).

De todas maneras, Cabrera dijo:

- Sí, pachroncita-. Se fundió con la niebla de la madrugada mientras se alejaba pedaleando y a Mónica Beatriz se le hizo un nudo en la garganta, alzó los ojos color verde y pidió que llegase sano y salvo al que fuese su destino.

A cambio de la “Bigote”, Cabrera cortó el pasto gratis por tres meses, construyó una fuente Feng-shui en el jardín de ella y le prometió un conejo para que lo haga a la naranja. El conejo llegó, pero vivo, Mónica Beatriz no pudo hacerlo a la naranja, así que lo apodó Naranja. Finalmente la calma reinaba, el aire embriagaba con su aroma a césped recién cortado, Naranja brincaba alrededor de la fuente Feng-shui, Cabrera había zurcido el agujero de su camisa rosa y la Bigote descansaba tranquila con un bonito candado. El sosiego duró lo que tenía que durar y sucedió aquello que la Hermana más Grande y más Loca auguró.
Mónica Beatriz se dedica a ver las personas por dentro, saca radiografías en el Servicio de Rayos X del Hospital Blas Lorenzo Dubarry.

(Noc noc noc) - ¡Moni! Una placa.

Mónica Beatriz abrió los ojos verdes, eran las 3 de la mañana del jueves 24 de febrero del 2000.

- ¿Qué es Ramponi?
- Un borracho apuñalado
- Hacelo pasar y que se acueste

Mónica Beatriz se vistió con su ambo floreado en medio de tanto gris y se dirigió a la sala de rayos. Delante de la camilla estaba Amorina, ginecóloga y médica de guardia, menos rubia, quizás más loca y seguramente más tetona. Mónica Beatriz supo que aquello era una mala señal.

- No te preocupes, no es nada- dijo Amorina
- ¿Qué pasó?
- Es Cabrera.

Con el corazón pendiéndole de un hilo respiró hondo y apartó a Amorina del medio. Cabrera dormía con la sonrisa intacta y un rasguño en el costillar izquierdo más ligero que una pluma. La pena se le fugó del alma y la ira le encrespó los pelos como la mismísima humedad. Mónica Beatriz saltó en cuatro patas sobre la camilla y lo tomó por la solapa.

- ¿Qué pasó con la Bigote?
Cabrera entrevió los ojos
- ¿Pachroncita es usted o es el pedo más hermoso de mi vida?- y como para comprobar que todo aquello no era producto de la embriaguez le cacheteó la nalga.

Cabrera terminó con una fisura en la costilla, un ojo morado (nada comparado con el placer inmenso de haberle tocado el culo a su pachroncita), una noche en la comisaría y a sus pies como medio de transporte.

El retorno del hijo pródigo

Esa misma madrugada, antes que se lo llevaran a la comisaría, Mónica Beatriz revisó los bolsillos de Cabrera y encontró 50 pesos y 50 patacones. Decidió que lo más prudente era guardarlos hasta que él obtenga nuevamente su libertad. Él la obtuvo y Mónica Beatriz la perdió.
El viernes 25 de febrero Cabrera recobró, no por mucho tiempo, la sobriedad, tanteó los bolsillos y no encontró lo que buscaba, acusó al cabo Méndez de ladrón y pidió una entrevista con el comisario Mazuca, le dijo que él no tenía problemas en ir preso cuantas veces ellos así lo quisieran, pero que no le roben, porque perdería todo respeto en aquella gran institución: “La Bonaerense”. Mazuca se disculpó y le aseguró que con tal de retener un adepto buscaría por cielo y tierra al culpable y así lo hizo. Ese mismo viernes el móvil 54 se llevó a Mónica Beatriz con la planchita a medio hacer. El cargo: hurto simple con agravación moral.
Mazuca llamó personalmente a Cabrera y le dijo que todo estaba resuelto, que la malviviente, dada a conocer con el nombre de Mónica Beatriz B. estaba tras las rejas y que así se quedaría. Cabrera dejó caer el tubo del teléfono público y corrió con Naranja en los brazos hasta la comisaría. Recuperó la plata y pagó la fianza de Mónica Beatriz, el cabo Méndez le informó que la delincuente estaría en libertad luego de llenar ciertos formularios, que aquello no podía tardar más de dos horas, le ofreció sentarse bajo el retrato del General San Martín y un café doble. Cabrera prefirió mantenerse en el anonimato y se marchó con Naranja.
Mónica Beatriz nunca comprendió la causa de aquel encierro, de todas maneras pasaron dos semanas hasta que volvió a retarlo.

Y como dijo Faulkner se puede confiar en las madres…. No cambian jamás

3 comentarios:

  1. te felicito Mica!!!!!!!

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  2. Te felicito nena, es trabajo es muy buenos. besos

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  3. querida, como lo recoradaba, tu talento sigue intacto.
    ay las madres! cuánto da para decir... y cuánto no.
    un placer leerte a la distancia equis a la que estés.
    cerca, Rosario siempre tuvo merca.
    hasta el pronto momento que vuelva a reunirnos.
    bss

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