martes, 29 de marzo de 2011

Dubarry Joup III


Resumen del capítulo:
Luego de que Cabrera aceptara interpretar al Dr. Ross en la serie “Dubarry Joup”, un nuevo obstáculo se le presentó al show: la falta de herido. Pragmática y expeditiva, Mónica Beatriz ordenó a Tito que citara al Hormiga para atropellarlo. He aquí el desenlace de esta apasionante historia “detrás bambalinas”.

El Hormiga apareció caminando por la 29 y cuando llegó a la esquina de la 32 empezó a mirar para todos lados. Tito arrancó la furgoneta y pisó a fondo el acelerador. Mónica Beatriz, sacudió a Cabrera y repitió la única frase que aquel momento tan decisivo le permitió recordar del inglés:
-       ¡Güec up! ¡Dóctor Ross, Güec up! ¡An inocent soul nids iu!
Cabrera, sobresaltado, de puso de pie y se dio la cabeza contra el techo de la ambulancia. “¡Esperiencia lúdica!” dijo confundido al mismo tiempo que realizó un saludo militar. Una de las ramas, que habían usado para el camuflaje, quedó enganchada al limpiaparabrisas y obstruía el panorama. Se dieron cuenta de que ya habían atravesado la calle 27 por el bocinazo de un auto, y se dieron cuenta de que ya habían llegado a la 29 y 32 por el estruendo que hizo la camioneta al incrustarse en una casa de la esquina. La puerta trasera se abrió y al grito de “!Jarri ap! ¡Jarri ap!” Mónica Beatriz obligó al equipo técnico, algo mareado por el coche, a descender del vehículo y continuar con el rodaje.
-       ¡O mai gad, Dóctor Ross, ai tink güi lost jim, ai cant si jim! –
La expresión de dolor en la cara de Mónica Beatriz no tardó mucho en cambiar a la de asombro cuando vio al Hormiga correr a toda velocidad hacia el camarógrafo.
-       ¡Guach aut, Taito, guach aut!
-       ¿Qué? ¿una guacha, Patrona? No le entien.
La trompada que el Hormiga le dio al pobre Tito lo dejó tirado en la calle. “¡Te voy a matar hijo de remilputa!” decía el Hormiga mientras le seguía pegando piñas a Tito, que trataba de no dejar caer la cámara, “¡Primero la mentira sobre la Romi y después tratás de pasarme por arriba con el coche, sorete de mierda!.” Segundo se había acercado a la pelea y, entusiasmado, había comenzado a ladrar y a dar saltos. Jesús, trataba de separar a sus compañeros con la caña y el cepillo de brushing, y Cabrera, del pedo que tenía, se quedó dormido contra un árbol.
-       ¡Ou, ies, a rial fait! ¡jit jim jard, Hormiga! ¡and iu Taito, dont bi sach e pusi and kip filmin! ¡Güi güil not estop antil de Óscar “Dubarry Joup”!- arengaba Mónica Beatriz, mientras las gotitas de sangre, provenientes de la nariz de Tito, se le sumaban a las manchas de vino tinto en su guardapolvo.
La policía y una ambulancia de las verdaderas no tardaron en llegar. Mónica Beatriz le prometió al cabo López que si no se llevaba al Hormiga, su nuevo camarógrafo, le daría una mención especial en los créditos de “Dubarry Joup” y se comprometía, además, a venderle las rifas del sorteo anual de la Bonaerense con el disfraz del último carnaval. Antes de subirse a la ambulancia, Mónica Beatriz sacó de la canasta una de sus fotos, la autografió y se la dio al cabo López en señal de agradecimiento.

Cuando llegaron al Blas Dubarry, Mónica Beatriz le arrancó la camilla al ambulancista Anselmo, apoyó a Naranja y a Segundo sobre la panza de Tito y corrió hacia Urgencias, seguida por Cabrera, Jesús y el Hormiga.
-       ¡Beti, ai tink de peishient is gouin tu nid estichis, and ai nid iu tu pripear dóctor Cabrera Ross for sergeri! ¡Du it fast, Taito jas bled tu mach, aim efreid ji is not gouin tu meik it!- Ordenó Mónica Beatriz a la telefonista Beti.
-       ¡Moni! ¿cómo estás?- respondió Beti- ya me llegaron los productos que me encargaste de Avón.
Mónica Beatriz abrió la caja de tiritas para puntos negros, miró a Tito y llamó a Cabrera.
-       A ver, quédese quieto que le voy a poner esto en la nariz para limpiarle los poros.
-       ¿Y Tito, Patrona?- preguntó Jesús.
-       Se ve que usted de belleza no sabe nada Jesús, con toda esa sangre no le va a agarrar el pegamento.
-       Por eso Patrona, no le parece que tendríamos que coserlo.
-       ¡Ou mai gad! Iu ar rait- dijo Mónica Beatriz que había vuelto a ser la Dra. Weaver y agregó en criollo- Beti, prepáreme al doctor Cabrera Ross para cirugía y mándelo al quirófano.
-       Venga conmigo doctor que lo vamos a esterilizar, de paso por qué no le da una ojeadita al nuevo catálogo de Avon, tal vez le interese algo. Y vos nene- dijo Beti al Hormiga- ¿no me harías la gaucheadita de atender el teléfono si suena?.
Beti, Cabrera y Segundo desaparecieron tras una puerta vaivén y Mónica Beatriz sacó el costurero de la canasta.
-       ¿Güich is iour feivorit color, Taito? Forguet de cuestion, ai ounli jav ielou- dijo Mónica Beatriz y comenzó a enhebrar la aguja.

Como era de esperar, “Dubarry Joup” fue rechazado por Multicanal. Mónica Beatriz, indignada, escribió una carta al gerente de la compañía diciendo que en este país de pardos la raza aria no tenía futuro alguno y que iba a probar suerte en Paraguay, donde los rubios eran considerados como lo que eran: superiores. Anuló su contrato con la empresa y se suscribió, de puro resentimiento nomás, a Cablevisión. El día de la filmación, Cabrera realizó su primer transplante hepático.


lunes, 21 de marzo de 2011

Dubarry Joup II

Resumen del capítulo anterior:
Mónica Beatriz, acompañada por sus secuaces: Tito, Jesús y Naranja, el conejo blanco, decide hacer un reality show “Dubarry Joup” para recuperar los pacientes, que debido a la mala atención de la salud pública, decidieron irse al sector privado. La propuesta ya ha llegado a oídos de Cabrera, que interpretará al Dr. Ross. Aquí va la respuesta.

- Primero y sigundo.- Dijo Cabrera y se quedó mudo pensando en lo que iba a decir, mientras el perro se restregaba contra las piernas de su amo creyendo que lo había llamado.- Yo no chrobé nadas a nadies y endespué, ¿cómo gua ser dotor yo si chreprobé hasta el jardín d’infante?
- Eso ahora no nos importa, vamos a actuar, vamos a hacer “como si fuéramos médicos” ¿entiende?- Mónica Beatriz no esperó la respuesta y siguió- Mire, lo importante es que no se entienda un pomo de lo que decimos, así lo subtitulamos y queda como una de esas series yanquis ¿sabe hablar inglés, usted?
- Piro déjeme e’ jorobar a mí con esa cosa amperialista, en lo sumo puedo largarle alguna frase en guaraní qui aprendí cuando me chraptaron lo indio del litoral por haberle chrobado la pipa al cacique.
- ¡Perfecto! Estoy segura que nadie va a notar la diferencia. Ahora, quiero que se concentre, que inspire y expire profundo y que se deje llevar lentamente por la respiración. Bien, si seguimos el método del Áctor Estudio (Actors Studio), usted tiene que hurgar en su experiencia lúdica para poder darle vida al Dr. Ross. Trate de imaginar cómo fue la infancia o la juventud de él, por ejemplo, haber sido abusado sexualmente de niño, le da al personaje un carácter dramático, misterioso, hasta oscuro podría decirse. En cambio, una experiencia homosexual durante la universidad, ahora que está tan de moda eso, lo hace más canchero, ¿entiende lo que es la creación de un personaje?
Cabrera tenía los ojos entrecerrados y parecía haberse dejado llevar por el método del Actors Studio
- Cabrera, despierte.
- Ahecha… ahecha kuñakarai chulu agua irũ ame'ẽ akue mbo’eha guasu, avei chulu, atypei nohẽ y ajuka akue mymba kua 1 .- murmuró.
- ¡Eso, muy bien, ni que lo hubieran mandado a estudiar a Ieil (Yale)!- y le dio unos golpecitos en el hombre en señal de aprobación- Ahora vuelva conmigo que tenemos que repasar la secuencia de la toma.
- Ahecha… ahecha kuñakarai chulu agua irũ ame'ẽ akue mbo’eha guasu, avei chulu, atypei…2
- ¡Pero la reputa madre que lo parió!- dijo Mónica Beatriz y le dio otra cachetada- ¿Qué carajo está diciendo hombre que no se le entiende nada?.
- Naa, naa Patchroncita,- contestó Cabrera que se había entusiasmado con lo de la experiencia lúdica- decía, que no tenemos herido pa lo e’ la emergencia.
Mónica Beatriz se quedó pensando por unos minutos y después corrió hasta la canasta, agarró el celular y ordenó a Tito que llamara al Hormiga.
- Dígale que lo necesitamos urgentemente en la 32.
- Pero para qué Patrona, ¿qué le digo?
- No sé, Tito, piense, yo creía que entre ustedes, los albañiles, se entendían. Dígale que se cayó una viga del techo, que vio a la Romina (novia del Hormiga) cogiendo con Nacimiento (otro albañil), o que entró al Ombú (famoso prostíbulo mercedino) y encontró a la madre enroscada al caño como un saguaipé. Invéntele lo que quiera, ¡pero no pierda más el tiempo, carajo!
Una vez hecha la llamada, los seis: la Dra. Mónica Beatriz Weaver, el Dr. Cabrera Ross, Tito, Jesús, Naranja, el conejo blanco y Segundo, el perro, montaron a toda prisa en la furgoneta y se marcharon por la calle 36. Cacho, el cantinero, los corrió hasta vereda “¡Me deben 35 pesos, manga de chorros!”. Mónica Beatriz, abrió la puerta trasera del vehículo y gritó:
- Contáctese con los de la productora, los de Multicanal, que seguramente ellos se lo van a descontar de la factura del cable.- Cerró la puerta, programó el despertador para que sonara a esa hora, bajó la ventanilla y lo puso en el techo a modo de sirena.

Cuando llegaron a la 32, estacionaron la furgoneta una cuadra antes y aprovecharon, que todavía no había Hormiga a la vista, para dibujar con el labial de Mónica Beatriz una cruz roja sobre el capó. Camuflaron la ambulancia con unas ramas que encontraron por ahí y una hora más tarde, los seis seguían esperando.
- ¿Ché, Tito, qué le dijiste al Hormiga?- preguntó Jesús
- Nada, que habíamos pasado por la 32 y que la habíamos visto a la Romi bombeando con Nacimiento.
- ¡Pero, con la pachorra que tiene el Hormiga, a esta altura Nacimiento ya le hubiese hecho como cinco muchachitos a la Romi!
Tito y Jesús empezaron a reírse y Mónica Beatriz les golpeó la cabeza con la guía práctica para la mujer moderna de la revista Para ti. Les exigió como productora ejecutiva, creadora y guionista de “Dubarry Joup” más profesionalismo. Cabrera aprovechó la espera para echarse una siestita y Segundo para tratar de conquistar a Naranja, que andaba haciéndose el coqueto montado en la palanca de cambios. De repente, Mónica Beatriz, que espiaba por entre un huequito de hojas secas que había descubierto en el parabrisas, gritó:
- ¡Ahí está, el Hormiga, ahí está!

Veo… veo a la Patchroncita en calzones y a su compañerita e’ la universidad, también en calzones, embachrraditas tchratando e’ sacar con el agua del mate la vizcacha del pozo.
2 Veo… veo a la Patchroncita en calzones y a su compañerita e’ la universidad, también en calzones, embachrraditas las dos…      

¿Qué pasará? ¿Podrá llevarse a cabo la filmación de "Dubarry Joup"? Descúbralo en el próximo capítulo que será publicado el lunes 28 de marzo.

lunes, 14 de marzo de 2011

Dubarry Joup I

Como todos los mediodías a la hora del postre, Mónica Beatriz se puso a hojear la sección “ciudad” del diario mercedino. Leía distraída los títulos mientras jugaba con un escarbadientes usado. Naranja, el conejo blanco, la miraba desde arriba de la heladera con ojos de siesta. “Invasión de ardillas azota a Mercedes” la puso de buen humor, por fin el parque municipal comenzaba a parecerse a los espacios verdes de las grandes metrópolis del mundo como el Central Park de Nueva York, el Italpark de Recoleta o el Hyde Park de Londres.
Estaba a punto de dejar caer su falsa cabellera rubia sobre los restos de tuco del almuerzo, cuando un titular la arrancó de su principio de sueño: “El sector privado gana numerosos pacientes al hospital Blas Dubarry”. El palillo cayó de la boca de Mónica Beatriz y rebotó tres veces en cámara lenta por el suelo de la cocina. Era momento de retribuirle algo al lugar que la había visto crecer profesionalmente. Corrió a toda velocidad los sesenta centímetros que la separaban del dormitorio, agarró la chaqueta blanca que usaba todos los miércoles para hacer la guardia, descosió la inscripción “Técnica radióloga”, bordó con hilo rojo tres letras y un punto: Dra. y al final de su nombre agregó el apellido Weaver. Buscó un poco más al fondo del armario y encontró su antiguo guardapolvo blanco a tablas de la secundaria. Con un marcador gris escribió Dr. Ross a la altura del corazón y lo metió en una canasta de mimbre. En el mismo cesto tiró un walkman, 10 casetes vírgenes, su teléfono celular, una cámara filmadora, su cepillo de brushing, 3 metros de soga, una caña, un despertador, 5 fotos de ella en primer plano, un estetoscopio, un labial rojo, su set completo de maquillaje, el costurero y una guía práctica para la mujer moderna de la revista Para ti. Acomodó a Naranja en su cartera Luís Botón, besó el póster de George Clooney, que colgaba encima de la cabecera de la cama, se asomó por la ventana, miró hacia arriba, llamó a Tito y a Jesús y los cuatro emprendieron marcha en la furgoneta hacia el Club Porvenir.

Cabrera estaba apoyado contra la barra y besaba el pico del cartón de un Uvita Fiesta. Segundo, el perro, corría detrás de una pelotita de metegol que se había caído de la mesa de juego.
- ¿Güer is ji? ¡Its an emershenci ! Preguntó Mónica Beatriz, que ya se había disfrazado de la Dra. Weaver y sostenía, con los brazos en cruz, las dos hojas de la puerta de entrada del Porvenir.
Los muchachos del metegol no entendieron ni una sola de las palabra que había dicho la rubia, pero sabían a quién buscaba y cabecearon en dirección del mostrador. Mónica Beatriz corrió hacia Cabrera, Tito había comenzado a filmar y Jesús, que era el encargado del sonido, la siguió con el casete virgen ya dentro del walkman y la caña, de la que había atado, para hacer el asunto más creíble, la soga y el cepillo.
- “Chruvia Moreno, pulpera gaucha,
de falda chroja, bincha y puñal”
Cabrera entonaba los versos con los ojos cerrados mientras imaginaba a su Patchroncita. El recuerdo se le había vuelto tan vívido que creyó escucharla hablar en un idioma incomprensible. Culpó al Uvita Fiesta y siguió cantando:
- “Eras más brava que las leonas,
en los juncales del abardón”.
Cabrera sintió de pronto que una garra, efectivamente la de Mónica Beatriz, lo sacudía del brazo, pero prefirió ignorar la sensación y siguió entonando los versos de Don Carabajal.
- ¡Güec up! ¡Dóctor Ross, Güec up! ¡An inocent soul nids iu! – insistió Mónica Beatriz, que terminó por perder la paciencia, tiró el estetoscopio al piso y gritó - ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten!
Tito dejó de filmar y Jesús tardó un buen rato en encontrar el botón de stop en el walkman. Del susto, a Cabrera se le cayó el tetrabrik de vino tinto y manchó el guardapolvo de la Patchroncita. A pesar del sobresalto, Cabrera, embelesado, le regaló a Mónica Beatriz la imagen de su sonrisa con la ventanita que se forma por la falta de los incisivos superiores. Segundo, el perro, estaba tan contento al ver la felicidad de su amo, que aprovechó el revuelo de la filmación para montarse al conejo. Naranja, frunció el rabo, saltó al mostrador y de ahí a la cabeza de Mónica Beatriz.
- ¡Patchroncita!– dijo Cabrera, después de haber levantado el vino del suelo y convidarle un sorbito.
Mónica Beatriz ahuyentó a Naranja de su pelo, volvió a tirar el envase al piso y le zampó una cachetada a Cabrera.
- ¡Pero qué patroncita ni patroncita cabeza de tarro! Ahora usted es el Dr. Ross y yo la Dra. Weaver y tiene salvar a un alma inocente que lo necesita. ¡Rápido, vestuario y maquillaje!- gritó Mónica Beatriz y al mismo tiempo chasqueó los dedos.
Jesús se apresuró a dejar la caña-micrófono y el walkman para ir a buscar en la canasta el guardapolvo blanco a tablas y el set de pinturas. Después de unos buenos cinco minutos, Jesús logró ponerle a presión el delantal a Cabrera. De las tablas no había quedado ni rastro, la panza de Cabrera había dejado la tela lisita, lisita como pelo de indio.
- Póngale más colorete, Jesús, que el Dr. Ross, se ve un poco pálido y ya que estamos avívele los labios también – ordenó Mónica Beatriz y ella misma se encargó de dibujarle con el delineador de ojos un lunar en el cachete izquierdo, detalle que a su criterio le faltaba a George Clooney para convertirse en un verdadero latin lover.
- ¡Ta que lo tiró!- dijo Cabrera limpiándose los labios con el dorso de las manos- si el Sigundo me ve ansina me gua perder tuito el chrespeto. Ademá, si necesita chrescatar un alma inocente por qué no lleva al pobre cristianu a la pachrroquia y me endeja en paz a mí.
Cacho, el cantinero, había empezado a abanicar a Mónica Beatriz, que tras fingir un desvanecimiento, se había acostado sobre la barra.
- ¡Con güisqui la Coca, Cacho, que esto de la tele-realidad la pone a una bajo mucha presión!- exigió y saltó desde donde yacía moribunda hacia Cabrera- ¡”Salvar un alma inocente” es una metáfora, idiota!, ¿sabe lo qué es una metáfora?
- ¿Una hechrramienta pá el jardín?
- ¡Pero si será bruto, mierda! ¡Olvídese de la metáfora y escúcheme bien! Vamos a hacer un reality show, como el Gran Hermano, pero en vez de quedarnos encerrados como esa manga de pelotudos, vamos a hacerlo tipo “I.AR.” (E.R.) o “Chicago Joup” (Chicago Hope) y usted va a interpretar al Dr. Ross y yo a la Dra. Weaver. Después vamos a vender el piloto a Multicanal y cuando el programa sea famoso vamos a recuperar los pacientes del Hospital Blas Dubarry que se fueron al sector privado ¿entiende?, el asunto es hacerlo mediático.

CONTINUARÁ.
(Próxima publicación lunes 21 de marzo)

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Roxy Tornado.

Después de que el tornado de Lobos le volara la chapa del techo, Cabrera se mudó a Mercedes con la esperanza de encontrar vientos más suaves. Nunca se imaginó que en aquella ciudad de calles tranquilas y bicicletas a contramano, Roxy Tornado le arremolinaría el corazón.

Como la gran mayoría de las cosas que pasaban en su vida, la idea de ir hasta Ciudad del Este para comprar una máquina podadora trucha, la tuvo su Pachroncita. Caminó por la sombra junto a Segundo desde el Club Porvenir hasta la terminal de ómnibus. Cuando llegaron a la estación, antes de ir a la ventanilla de ventas del Chevallier, Cabrera saludó al croto Ledesma que dormía en los pasillos y enseguida después fue a ver a Dabove para comprar los pasajes.
- ¿Güenas Dabove? ¿Cómo anda?
- ¡Cabrera, tanto tiempo! ¿qué es de su vida?
- Y acá, tirando… pa no aflojar.
- ¿Viene a sacar pasaje para ir a ver la familia en Corrientes?
- ¡Piro si la Mary no me quiere ver ni en figura a mí! Ya me dijo cuando me fui de Cochrientes que ni se me ocuchra volver así como me había ido… Y créame que lo intenté, ha? me jui a verla para un carnaval con una careta e las Tortugas Ninjas, pero la loca me chreconoció como a la cuadra y me sacó a escobazo limpio nomá. El único que no me abandona acá es el Segundo.
Cabrera buscó a Segundo entre sus piernas, pero el perro se había sentado junto al croto Ledesma y había empezado a lamerle los rastros de dulce de leche que una borla de fraile rellena le había dejado en la cara.
- Y entonces Cabrera, ¿a dónde se nos va?
- Al Paraguay.
- No me diga que tiene una chinita esperándolo con mate y chipá.
- ¡Piro a mí lo único que me espera es una podadora made in China, que la Pachroncita me mandó a comprar!
- ¿Y hasta Paraguay lo hace ir?
- Ya ve usté, la Pachroncita me tiene é acá pa allá como guevo é chrengo, pero es mejor hacerle caso, no vaya a ser que se ponga brava, vio. Ademá me dijo que en el Paraguay le hacía tres por uno y que si encima pagaba con la tarjeta é crédito le hacían cuarenta y siete cuotas sin chrecargo. No son ningunos giles estos paraguas, ¿ah?
- ¿Y usted tiene hecho el Veraz? Porque para comprar en cuotas se lo van a pedir acá, en la Quiaca, en Paraguay, donde sea, Cabrera.
- Piro déjese é pavadas Dabove, si yo veo bien, me lo dijo el dotor é la policía una vez que quise sacar el carnet para una Zanellita que le gané loco Buchras jugando al truco. Al final me la incautaron porque era chrobada, si viera usté nomá a ese Buchras, é más peligroso que cirujano con hipo.
- No Cabrera, el Veraz es un informe financiero que dice si usted es moroso o no.
Cabrera se alejó de un salto de la ventanilla, desenganchó el rociador, que usaba para regarle las amapolas a su Pachroncita del pasacinto, apuntó a Dabove y amenazó con apretar el gatillo.
- ¿Está coqueteando usté conmigo Dabove? Mire que a mí las únicas que me dicen amoroso son las mujeres… y no todas, sólo a las que yo les permito.
- Pero no hombre… moroso, no amoroso, quiere decir deudor. El Veraz dice si usted le debe dinero a alguien o no, ¿entiende?
- Yo no sé ande aprenden a seducir ustedes los desviaou, pero déjeme decirle que esto de llamarme deudor no lo está ayudando… hasta el Segundo, si se lo propone puede ser más delicau que usté.
Empalagado de dulce de leche, Segundo dormía la siesta en los brazos del croto Ledesma.
- Hagámoslo más fácil Cabrera, vaya al locutorio del Tucu acá a la vuelta y dígale que necesita su Veraz, yo le reservo el pasaje.
- ¡Já! Como si le estuviera yendo tan bien para encima llamarme fácil.

Cabrera se alejó de la ventanilla agazapado y caminando hacia atrás como un poni desconfiado, había puesto ojos de miope y miraba desafiante a Dabove. Dejó la mano cerca del rociador hasta que consideró prudente la distancia que los separaba y llamó a Segundo tres veces para despertarlo de la siesta. Sólo cuando la ventana de ventas del Chevallier se escondió del todo detrás de una pared, Cabrera consideró la posibilidad de dejar de caminar hacia atrás pero no lo hizo, los invertidos como Dabove eran más desubicado que Güemes en la Guerra de las Galaxias y era mejor estarse alerta.

- Güenas Tucu, vengo de parte del Dabove pa que usté me vea.
El Tucu puso pausa al Counter Strike, bajó el volumen de los Redonditos de Ricota y le hizo señas a Cabrera para que lo siguiera hasta la computadora número once.
- Pendejo rajá de acá que necesito la máquina.
Tatu, hermano menor del Tucu, cerró el Messenger pero no alcanzó a hacer lo mismo con el pasionchat.net. Cuando estaba a punto de apretar la cruz para desconectarse el Tucu lo levantó de un brazo.
- ¿Sos boludo o te hacés? Te dije que necesito la máquina. – Y con un movimiento de mano el Tucu invitó a Cabrera a sentarse.
Cabrera miró confundido la computadora número once y después miró a Segundo.
- Yo no sé usté Segundo, pero la verda que yo no entiendo ná, ¿será que el Tucu me mirará por este aparato? – Cabrera golpeó la pantalla con el nudillo del índice izquierdo y luego apretó el teclado, el monitor se iluminó:

Roxy Tornado dice: ¿estás ahí o te fuiste?

- Una tal Chroxy me prigunta si estoy acá, ¿usté cree que será ésta la que me tiene que ver Segundo? – Cabrera enderezó la espalda y se acomodó el pelo con la mano derecha – Piro cómo me gua ir si recién llegué, Chroxy.

Roxy Tornado dice: ??????

- ¡Qué sí Chroxy, que ya le dije que estoy acá! ¿me escucha usté?.
El Tucu le tocó el hombro a Cabrera y le pidió que bajara la voz.
- Discúlpeme usté Tucu, yo no sé si esto es una comunicación larga distancia o qué, piro si bajo la voz no me gua a escuchar ná la Chroxy.
- Es que tiene que escribir no hablar.
- Piro esto es más difícil que ponerle el pantalón a un pulpo, Segundo. Si habría sabido que tengo que escribir habría revisado el cuaderno é la primaria, hijo é la gran siete.
Cabrera se arremangó la camisa, respiró hondo y trató de no distraerse con la música de los Redonditos de ricota.

Yerba amarga dice: si roxy estoi aca, bine pa que me vea.
Roxy Tornado dice: no, habíamos quedado sin cámara, además estabas a punto de acariciarte el perrito. Ups perdón, el dogo ;p.

- Yo no sé, Segundo, ande me mandó el desviaou este de Dabove, piro la Chroxy esta é medio chrarita, primero lo llama a usté dogo y endespué me pide que lo acaricie… ¿estará viendo bien la Chroxy? – Cabrera echó aliento a la pantalla y luego la limpio con el revés del antebrazo. – Venga pá acá, Segundo, no vaya a ser que nos achruine el tchrámite por esto.

Yerba amarga dice: ya acave e acarisiarle la cavesita al segundo, me gua da el bisto gueno o no roxy?
Roxy Tornado dice: Segundo?
Yerba amarga dice: al dogo
Cabrera miró a Segundo y soltó la carcajada : - Sabrá usté disculparme Segundo, piro esto é dogo a usté que é marca pechrro me hace chreír mucho.
Roxy Tornado dice: y por qué Segundo?
Yerba amarga dice: por que e el segundo que tengo, el primero se yamaba primero, piro como la mari no lo acarisiava murio e tristesa, mujeres bio!
Roxy Tornado dice: o sea que cuando cambias de amor le cambias el nombre al perrito? Qué romántico!
Yerba amarga dice: bue, no ciempre bio?, el segundo e mas percistente que lluyo e cantero, sovrebivio a la ester y a la susi, el que no sovrebibio jui yo, que me dejaron mirando al norte como culo e abestru.
Roxy Tornado dice: por suerte estoy acá para acariciar a Segundo y que no muera….
Yerba amarga dice: la voca se le aga a un lao y los dientes se le keden en el mismo lugar roxy, nunca gua encontrar un tercero tan gueno como el segundo, si quiere se lo aserco a la pantaya pa que lo acarisie
Roxy Tornado dice: mmmm….. no sabía que te gustaba mostrar el perrito en público, así que sos pícaro…
Yerba amarga dice: gueno no es que me encante, piro e un animal grande pa escuenderlo en el volsiyo.
Cabrera alzó a Segundo y le apretó el cachete contre el monitor, el perro empezó a ladrar como un desbocado y a tirar tarascones hacia los cuatro puntos cardinales, Segundo era uno de esos ásperos de la Pampa que se incomodaba tanto con las muestras de afecto que siempre terminaba por hacerse pis. Cabrera tiró el perro al suelo, se sacudió el pantalón mojado y se dispuso a escribirle las buenas noticias a Roxy.
Yerba amarga dice: ja! Segundo si puso tan contento con sus karisias roxy qui el povre animal si meo en sima.

Roxy Tornado tomó aquellas líneas como una metáfora campestre e infantil de la eyaculación masculina y se felicitó por haberlo conseguido, ahora sí podía pasar a la siguiente etapa. Se sentó derecha, respiró hondo y escribió.
Roxy Tornado dice: y cómo le gustan las gatitas a Segundo?
Yerba amarga dice: muertas, el segundo odia los gatos
Roxy Tornado se sintió un poco defrauda ante esa respuesta tan literal ¿qué había pasado con el magnífico doble sentido que maneja Yerba amarga?, tragó el nudo que se le había formado en la garganta y decidió volver a intentarlo.
Roxy Tornado dice: no, lo que preguntaba era si Segundo prefiere las hembritas rubias o las morochas… ☺
La frase “Yerba amarga está escribiendo” no hizo más que aumentar las palpitaciones propias de la espera, por fin ahí estaba la respuesta.
Yerba amarga dice: como guen perro e las pampas el segundo prifiere el bino tino, los dogui savor carne picante y las perritas e pelo negro como el sielo noturno e la yanura.
Mónica Beatriz se levantó indignada de la silla, echó a Naranja, el conejo blanco, de su falda, arrancó los cables de la computadora y tiró el monitor por la ventana. Luego prendió la televisión y comenzó a hacer yoga con Wai Lana, tal vez así podría olvidarse para siempre de Roxy Tornado. Tito y Jesús, que preparaban la mezcla de cemento fino para exteriores, esquivaron de casualidad el proyectil de la Patrona.
- Che, ¿creés que le quedó mal la tintura?
- Eso o la humedad, vaya uno a saber… - respondió Jesús y siguieron trabajando.

Del otro lado de la ciudad Cabrera se disponía a terminar su frase.
Yerba amarga dice: piro a mi me gustan las ruvias, como la Patroncita.
Yerba amarga dice: roxy esta ai?
Yerba amarga dice: ??????????
Cabrera golpeó el monitor y el teclado con insistencia e incluso intentó llamarla: ¡Chroxy! ¡Chroxy! ¿me escucha? No me diga que si puso celosa, pero el único que lo oyó fue el Tucu que volvió a repetirle que debía escribir, no hablar. Cabrera se marchó enojado y sin pagar, Roxy había desaparecido y nadie le había dado el visto bueno para comprar la podadora en cuotas.

- ¿Qué tal Dabove? Vingo a cancelar el boleto pá el Paraguay.
- ¿Pero qué pasó Cabrera? ¿no pudo hacerse el Veraz?
- Piro si me atendió una loca llamada Chroxy que parecía que tenía más polvos que indio que viene último, estaba metejoneada con el Segundo y no hacía más que llamarlo dogo, con eso le digo todo…
Dabove anuló la reserva, se cebó un mate y siguió atendiendo a los clientes. Cabrera y Segundo emprendieron la vuelta al Club Porvenir, de camino al centro atravesaron la placita de la terminal donde el Tatu jugaba al fútbol y el croto Ledesma descansaba debajo de un sauce.

viernes, 5 de noviembre de 2010

La culpa la tuvo Oblonga Tzonga

Quién puede conformarse con una vida cuando se puede vivir muchas, fue el razonamiento de Mónica Beatriz al escuchar las declaraciones que Valeria Lynch había hecho en el programa de Jorge Rial.
En sus distintas reencarnaciones Valeria había sido un enano de jardín, un panadero en la Edad Media, una foca en Mundo Marino y, la más reciente, un empleado administrativo en la Secretaría de Deporte y Cultura de la municipalidad de Venado Tuerto. Aseguró también, que la famosa tarotista Mabel B. Justo dijo que Valeria sería en su siguiente vida un ave en extinción, pero no se atrevió a decir cuál.
Impaciente por ver que le deparaba su próxima existencia, Mónica Beatriz subió por la escalera de madera que comunicaba el deck con la parte en construcción de la casa, y preguntó a uno de los albañiles dónde estaban Tito y Jesús.
- Salieron patrona.
- ¿Cómo que salieron? ¿y a dónde fueron?
- No sé bien patrona, creo que Jesús tenía un bautismo y Tito dijo algo así como que se había comprometido con su cuñada para arreglarle la rueda de auxilio… ¿o era con su hermana? Bueno, no sé.
- ¡Pero si será posible que una ya no encuentra albañiles como la gente! ¿Vos quién sos?
- Edgardo patrona, pero me dicen el Hormiga.
- Escuchame una cosa Hormiga, necesito que me hagas un favor, a la cuenta de tres me tenés que empujar al vacío.
- ¡¿Pero usted está loca patrona?! Mire si se muere.
- Justamente ése es el propósito Hormiga, quiero saber en que voy a reencarnarme y te prometo que cuando sea la reina de Holanda te nombro Ministro de Urbanismo y Turismo.
- Mire patrona, se lo agradezco, pero la verdad que paso.
Mónica Beatriz bajó las escaleras, se puso a tomar mates y empezó a picar los restos fríos de la pizza que le habían sobrado de la noche anterior. Naranja, su conejo blanco, dormía sobre una sandía y parecía que estaba empollando un gran huevo verde. Mónica Beatriz se preguntó si Naranja habría sido en otra vida un dinosaurio albino. Y ella… ¿habría sido rubia en todas sus vidas pasadas?
- Hola ¿Maruja?
- Sí, ¿quién habla?
- Mónica Beatriz, del Hospital Blas Dubarry, se acuerda que hace poco le conseguí un turno para que le hagan un colon por enema a su hermana Beba…
- Ah sí, claro querida ¿cómo andás?
- Bien Maruja gracias, en realidad la llamaba porque Beba me contó que usted tira las cartas, y necesito que me confirme las fuertes sospechas que tengo de que fui una princesa danesa y de que voy a ser la próxima reina de Holanda…
- Claro que sí querida, no hay problema, venite cuando quieras, lo único que te pido es un poco de alpiste para Luisito.
Mónica Betriz acomodó a Naranja en el canasto de la bicicleta, sintonizó en su radio portátil la repetición del programa de Luisa Delfino “Te escucho” y empezó a pedalear rumbo al barrio La Trochita. De camino a lo de Maruja, Mónica Beatriz no podía dejar de pensar que cuando sea reina alguien más pedalearía por ella, y que el sillín trasero de la bicicleta sería un excelente medio para pasearse por el reino y saludar a la plebe. Trató si éxito de hacerse atropellar por cuanto auto se le cruzaba, incluso intentó estrellarse contra uno estacionado.
Cuando llegó a la casa de Maruja, ató la bicicleta a la pequeña reja verde que separaba el jardín de la vereda, apagó la radio, se puso a Naranja, el conejo blanco, sobre el hombro y tocó timbre.
- Pasá, querida, pasá.
Mónica Beatriz entró a la casa, se sentó y puso a Naranja sobre la mesa.
- ¿Me trajiste el alpiste?
- Sí, acá está.
- ¡Luisito! Vení.
Luisito salió de la habitación y entró a la cocina.
- Tomá, acá tenés el alpiste, andá al jardín, y dejate de joder con querer subirte al techo y volar ¿eh?, que el arreglo de tu cadera ya me costó todo el mes del PAMI.
Luisito agarró la bolsa y se fue en silencio para el fondo.
- Querida, debo haber sido una reverenda yegua en otra vida para que me toque de marido este viejo conchudo. – Maruja reflexionó por un momento y se corrigió – Bah, pobre, él no tiene la culpa, lo que pasa es que nunca le hicieron el acta de defunción de su vida como gorrión, y teóricamente es dos seres al mismo tiempo: Alberto Torcoletti y Luisito, él prefiere que lo llamen por su nombre de ave. ¡Si vieras, nena, los que trabajan en el Registro de Reencarnaciones! ¡Cada quilombo arman esa manga de inútiles! son peores que los de la municipalidad de acá, con eso te digo todo.
Mónica Beatriz que no quería perder un sólo segundo más en esta vida mediocre de tinturas para el pelo preguntó:
- Maruja, ¿es cierto que usted ve el futuro?
- Claro querida, aunque con la edad me puse un poco corta de vista… pero sí, veo el futuro, digamos… de acá a unas dos horas
- ¿Pero qué, entonces no me puede decir si voy a ser la próxima reina de Holanda?
- Y… mirá, como están las cosas no.
- ¿Y el pasado? Aunque sea confírmeme que fui una princesa danesa, finlandesa, vikinga, o por lo menos que ya se habían descubierto las tinturas para el pelo en la época en que viví
- Bué, a ver qué es lo que puedo hacer… decime una cosa, ¿a qué hora naciste vos?
- Mi mamá dice que fue después de ordeñar las vacas y antes de juntar el maíz, supongo que debe haber sido a las diez, once de la mañana.
- ¡Madre mía! Vos sí que te las viste negras nena, eh…
- Si Maruja, no se imagina lo dura que es la vida de campo hay que patear por lo menos 15 kilómetros para llegar hasta la peluquería más cercana, por eso después nos fuimos a la ciudad.
- No nena, quiero decir que fuiste una viuda negra, un trabajador en negro, el Negro Fontova, el Mar Negro, un pedazo de carbón y el hombre bala del Circo Rodas.
- ¿Y ése no era rubio?
- No, era castaño oscuro y encima murió negro por el tizne.
- Pero mire bien Maruja, estoy segura que tiene que haber alguien rubio.
- Ah, mirá, acá aparece Oblonga Tzonga una princesa pigmea.
- ¿Pero Maruja de qué me sirve ser princesa si fui negra y petisa?
- Oblonga Tzonga no sólo era albina, sino que además fue la enana más alta de toda la tribu…
- ¡Ah bueno, así sí que toma color… y uno más claro, por suerte!, ahora entiendo perfectamente mi debilidad por comer bananas y subirme a los árboles.
- Pero mirá… ¿qué te acabo de decir sobre los inútiles del Registro de Reencarnaciones? Mirá lo que hicieron, le atribuyeron la vida de Oblonga Tzonga a otra persona más, y como la reencarnación compartida viola el artículo 136 inciso 12 del Código de Reencarnaciones, esta vida pasada tuya queda automáticamente anulada.
- ¡¿Cómo que anulada?! no puede ser, Maruja.
- Decime una cosa ¿vos no conocés a ningún Cabrera?
- Sí, es mi jardinero y admirador, ¿pero qué tiene que ver Cabrera en todo esto?
- Él también fue Oblonga Tzonga…
- ¡Pero hijo una gran siete, que no se conforma con matarme las azucenas que ahora también me mata la ilusión! ¡Tenía que venir a joderme la única vida en la que fui rubia de verdad! ¿Y ahora qué hago Maruja?
- Y yo te aconsejo que hagas un reclamo en el Registro de Reencarnaciones, eso sí, el señor Cabrera va a tener que ir con vos porque necesita firmar la renuncia a la vida de Oblonga Tzonga. La sede central está en Nueva Delhi, pero me parece que hace poco abrieron una sucursal en Suipacha, esperá que te paso la dirección. – Maruja fue hasta el mueblecito donde tenía el teléfono, agarró la guía y buscó en las Páginas Amarillas. – Acá está, ¿tenés para anotar? Avenida del General Rivas número 13.
Mónica Beatriz puso a Naranja en el canasto de la bicicleta y se dirigió al único lugar donde sabía que encontraría a Cabrera: el club social y deportivo El Porvenir.

Cabrera tenía el codo izquierdo apoyado sobre la barra y con el brazo derecho se empinaba una damajuana verde. Miraba, triste, los muñequitos del equipo de Boca del metegol que tenía enfrente. El amarillo de la camiseta de los xeneizes era tan o más artificial que el pelo de su Pachroncita. Mientras repetía una y otra vez la estrofa que habla sobre la Rubia Mireya del tango Viejos Tiempos, Cabrera sacó de su bolsillo una bombacha aleopardada, que había robado del tendero de Mónica Beatriz, y se la pasó por el hocico a su perro.
- Guela Segundo y vaya a guscarla.
Segundo, que siempre el primero en asustarse, se escondió detrás de las piernas de su amo al escuchar el estruendo de puertas, mesas y sillas que hizo Mónica Beatriz al entrar al club. Cabrera miró asombrado a Segundo y le acarició la cabeza.
- Sabía que era guen sagueso usté, pero lo de mentalista se lo tenía bien oculto ¿ah?.
- ¿Dónde está ese condenado?
Mónica Beatriz empujó a los muchachos que jugaban al metegol y se dirigió hacia Cabrera.
- Escuche una cosa y escúcheme bien, porque es la única vez que se lo voy a decir: ¡Devuélvame a Oblonga Tzonga!
Cabrera miró a Segundo, después se miró la mano en la que colgaba la bombacha de Mónica Beatriz y resopló:
- ¡Tanga, zunga, tzonga, culottes! En mi épocas todos se llamaban calzones Pachroncita… y déjeme decirle que yo no tuve ná que ver con esto del chrobo… la culpa la tiene el Segundo.
- ¿Pero de qué está hablando pedazo de infeliz?
- De nada Pachroncita. – Cabrera cerró la boca y se guardó la bombacha en el bolsillo derecho de su pantalón. – Y dígame ¿qué le tengo que devolvé yo a usté?
- A Oblonga Tzonga, una princesa albina pigmea, ¿sabe usted Cabrera que vivimos más de una vez?
- ¡Pero déjeme de jorobar a mí con eso Pachroncita, que es pura cosa de Mandinga…!
- Pero qué Mandinga ni que Mandinga Cabrera, se llama reencarnación y es la posibilidad de superar el karma de nuestras vidas pasadas.
- Usté no andará metida en esa cosa chrara como la Madonna y el Kabbalah o como el Tom Cruise y la Cientología, ¿no?
- ¡Pero déjese de pavadas y acompáñeme!
- ¿A dónde?
- A Suipacha.
- Ah, no Pachroncita, yo ahí si que no voy, le debo una plata a un vago y me la tiene jurada. Este cuerpito se queda acá, sí.
- Pero cierre la boca y sígame que no le pregunté si quería venir o no.
Mónica Beatriz comenzó a caminar hacia la puerta, Naranja, el conejo blanco, dormía sobre el hombre de ella. Cabrera bajó la cabeza y se resignó a acompañarla, Segundo lo seguía como un mal recuerdo.

Cuando por fin llegaron a Suipacha, Cabrera entró a la primer panadería que cruzaron por el camino, pidió una bolsa de papel, le hizo 2 agujeros a la altura de los ojos y se la puso en la cabeza.
- ¿Pero qué hace con eso Cabrera?
- No le dije que me andan guscando Pachroncita, con esta máscara ni el Segundo me chreconoce.
El pobre Segundo se encontraba, en efecto, más perdido que perro en cancha de bochas. Había comenzado a ladrarle a su amo y de vez en cuando le largaba un tarascón a los tobillos.

En la puerta de la casa número 13 de la avenida del General Ribas colgaba un cartel hecho a mano: Registro de Reencarnaciones. Horarios de atención al público de 13h00 a 14h00. Por cambios de signos en el Horóscopo Chino, el personal atenderá de 14h00 a 14h30. Sonría, su próxima vida podría ser la de una rana.
El cuerpo administrativo del Registro festejaba el año de la cabra y habían decorado sus cabezas con dos cuernitos blancos y sus peras con una chiva del mismo color.
- El que sigue.- Gritó la cabra más gorda de la oficina.
Mónica Beatriz, Naranja, Cabrera y Segundo caminaron hasta el mostrador.
- ¿Si?…
- El señor Cabrera, acá presente, quiere renunciar a la vida de Oblonga Tzonga.
- Mmmeeeeeeeeee podría repetir el nombre de la reencarnación.- Sonrío la gorda. Hablar como las ovejas era el chiste más habitual durante el año de la cabra.
- Oblonga Tzonga t – z – o – n – g – a.
- Aja, sí, acá la tengo, linda chica ¿eh? Supongo que vienen por lo de la reencarnación compartida ¿no?
- Así es.- dijo Mónica Beatriz.
- ¿Está seguro usted que quiere renunciar a la vida de Oblonga Tzonga? Mire que fue una princesa.
La bolsa de cartón que Cabrera tenía sobre la cabeza se movió hacia delante y hacia atrás.
- ¡Quiere hacerme el favor de sacarse eso de la cabeza señor, que esto es una institución seria!- dijo la cabra enojada.
Cabrera movió la cabeza en forma negativa. Mónica Beatriz dejó a Naranja sobre el escritorio, se acercó a Cabrera y le juró que si no hacía lo que la mujer le decía, ella misma se iba a encargar de quitarle la bolsa y hacérsela tragar por los agujeros de la nariz.

El vago a quien Cabrera le debía plata se llamaba el Loco Burrás, y desde que había llegado al Registro de Reencarnaciones para reclamar la herencia de su vida como Luis XIV, no había podido sacar los ojos de encima de aquella rubia que llevaba un conejo blanco sobre el hombro. Era la décima vez en lo que iba del año que la cabra Rodríguez le respondía lo mismo “Burrás, para el trámite le hace falta un pasaporte de la Unión Europea, o que algún familiar del Señor Luis XIV lo reconozca a usted como Luis XIV”. El Loco Burrás no tenía ni pasaporte ni picaporte, vivía debajo de un puente, y para colmo de los colmos era uno de los pocos argentinos que no tenía ascendencia italiana. Estaba yéndose tal como había llegado: con una mano atrás y otra adelante, cuando el tipo que acompañaba a la rubia se sacó la bolsa de la cabeza, era Cabrera, el jardinero de Mercedes que le debía cinco pesos de un partido de truco. El Loco Burrás le robó los cuernitos a Rodríguez, corrió hacia Cabrera y amenazó con perforarle el cuello si no saldaba la deuda. Mónica Beatriz iba a empezar a limarse las uñas cuando cayó en la cuenta de que Cabrera todavía no había firmado la renuncia. Tiró la lima al suelo, agarró una pila de expedientes que había sobre el escritorio y comenzó a pegarle en la espalda al Loco Burras.
- ¡¡¡Suéltelo desgraciado que todavía no firmó!!!
El Loco Burrás largó los cuernitos y corrió a esconderse detrás de la gorda. Cuando se recuperó del susto y recobró el aliento, se asomó por el costado derecho del cuerpo y dijo con voz finita :
- Más respeto que está usted tratando con Luis XIV.
La gorda que había perdido la paciencia, se sacó la chiva blanca y dio un golpe sobre el escritorio.
- ¡Qué esto no es un circo carajo! Señor, firme de una vez la renuncia a la vida de Oblonga Tzonga y váyanse de acá.
- Firmo con una condición…- dijo Cabrera - que la Pachroncita le deguelva los cinco pesos al Luis XIV y que el Luis XIV me deje venir a Suipacha a jugar truco.
El Loco Burrás que ya había salido de su escondite lo corrigió.
- Ahora son cinco con cincuenta Cabrera, intereses, nosotros los de la realeza somos gente de negocios.
Mónica Beatriz aceptó el trato, le dio la plata al Loco Burrás, le deseó suerte con el problema de la herencia de Versailles y sonrió: estaba a un paso de haber sido legalmente rubia.
- ¿Y para cuándo? ¡Qué no tengo toda la tarde!- la cabra gorda empezaba a impacientarse.
Cabrera tenía la lapicera en la mano y estaba a punto de hacer una cruz debajo de su apellido en el acta de renuncia pero se arrepintió:
- Hay otra condición Pachroncita: un piquito.
- ¿Pero usted está loco Cabrera o desayunó con agua oxigena?
- Lo que pasa Pachroncita es que ya le tomé cariño a la Oblonga…

Lo que pasó esa tarde en el Registro de Reencarnaciones es un recuerdo que Mónica Beatriz prefiere olvidar. Cabrera en cambio enmarcó el boleto de colectivo a Suipacha junto a la foto de una rubia a la que bautizó Santa Oblonga Tzonga.

martes, 21 de septiembre de 2010

Aunque usted no lo crea...

“O.V.N.Is, platos voladores, extraterrestres, aliens, marcianos, Lía Salgado…. Son temas que se han visto asociados a excéntricos o chiflados. Con frecuencia las personas que han tenido encuentros cercanos con estos seres, confiesan pertenecer a uno de estos dos grupos.”

Testimonios de acercamientos paranormales y abducciones por Mónica Beatriz:

Miércoles 5 de noviembre del ‘98. Antes que nada déjenme decirles que a mí nadie abdujo nada. Yo estaba de guardia en el Hospital Blas Dubarry, como todos los miércoles, cuando Beti, la telefonista, me llama a las tres de la mañana para decirme que había una placa de muñeca. Me levanté, hice la placa y traté de volverme a dormir, pero fue imposible. No podía dejar de pensar en los canelones de jamón y queso que les habían servido a los internados esa noche. Me puse el salto de cama, las pantuflas y fui a la cocina. Cuando volví con dos canelones en la mano, noté que Naranja, mi conejo blanco, se comportaba de una manera extraña. Se había parado sobre sus patas traseras y estaba cantando “La pollera amarilla” de Gladys la Bomba Tucumana. Me llamó la atención porque yo sólo le había enseñado “Somos novios” de Armando Manzanero. Pero bueno, lo dejé terminar y cuando estábamos a punto de irnos a la cama, la habitación se inundó de una luz blanca. Los que tenemos ojos claros generalmente sufrimos de fotofobia. En eso en que me estoy acercando a la ventana para ver de dónde viene la luz, un brazo metálico entra y me roba los canelones. La luz se hizo cada vez más chica hasta desaparecer. Cuando le conté lo que había pasado a Alberto, el policía del hospital, me dijo: “No te preocupes, yo te consigo otro dos canelones”.

Viernes 31 de diciembre del ‘93. Estaba despidiendo el año con Cabrera, mi jardinero. Cuando se nos acabó la sidra, Cabrera sugirió que sigamos el festejo con el querosén y ananá picada. Después de la primera jarra, Cabrera aceptó subirse conmigo al techo de la casa para tirar unas bombas de estruendo a unos vecinos con cuyos gustos musicales no estaba yo del todo de acuerdo. Nos trepamos por la Santa Rita y cuando por fin llegamos arriba me di cuenta que había dejado las bombas de estruendo junto al pan dulce en la mesada de la cocina. Me había decidido a bajar pero Cabrera cortó una flor de la Santa Rita, se la puso detrás de la oreja y me invitó a bailar. Estábamos de lo más bien al ritmo de “Muchacha Triste” de los Piratas del Caribe, cuando una luz fucsia y turquesa empieza a acercarse. Al principio creímos que algún vecino quería prenderse al bailongo y de buena onda traía una bola de boliche para animar la fiesta que era más bien triste. Pero cuando se acercó más a nosotros, vi que la bola no era en realidad una bola sino algo que se parecía mucho a la cabeza de Cesar Banana Pueyrredón, pero con más forma de kiwi que de banana. La boca de Cesar Banana se abrió y unos tipos vestidos de Power Ranger hicieron una ronda alrededor de Cabrera.
- Pachroncita, no se preocupe que son mis amigos. Aparecen cada vez que le doy al querosén.
Ni bien terminó de decirme eso una lengua gigantesca salió de la boca de Cesar Banana y se los tragó a todos. Luego hubo un ruido raro, que no podría decir si fue un eructo o los motores de la nave espacial. Me quedé un poco confundida con lo que había pasado así que decidí bajar. Corté un poco de turrón y empecé a hacerme la permanente.
No volví a ver a Cabrera hasta el día de Reyes. El jueves 6 enero a las cuatro de la tarde, estaba yo haciéndome la toca cuando alguien me tocó el timbre. Era él disfrazado de Melchor. Me contó que dentro de la cabeza de Cesar Banana, los Power Rangers le hicieron toda clase de estudios físicos y que como hacía mucho que no visitaba el médico no se resistió. Me contó también que les enseñó a hablar español y decir “Pachroncita” a las mujeres que paseaban en bicicleta.
- ¿Y cómo le dieron los estudios, Cabrera?
- No sé, me dijeron que los de sangre iban a estar en un par días y que si no tenía noticias de ellos era porque todo marcha sobre ruedas. Me aconsejaron también que me ponga a estudiar decoración de interiores, pero la verdad Pachroncita que yo prefiero estar al aire libre, así que vengo a pedirle mi antiguo puesto de jardinero y admirador.
- Pase, Cabrera, pase.

Viernes 26 de abril del ‘89. Iba manejando por la ruta 41 para Castelli y como era de noche y no había nadie, subí el volumen del pasacasete y saqué la cabeza por la ventanilla para secarme el pelo. “Saca la mano Antonio” de Las Primas me pone siempre de un humor muy festivo. Cuando ya tenía el pelo como el de Mónica Guido, giré el espejo retrovisor y empecé a maquillarme. Me acuerdo que por esa época, Naranja, mi conejo blanco, sufría algún tipo de trastorno de identidad y dormía colgado de sus patas traseras como un murciélago en el asiento de atrás. El asiento del acompañante estaba ocupado por un martillo hidráulico que me había encargado mami.
Esa mañana había hablado por teléfono con ella y después de haberme contado durante tres horas seguidas sobre su vecina Angeles, la cornuda, me comentó, así como al pasar, que ella y papi habían tenido un intercambio de opiniones, y que necesitaba urgentemente el martillo hidráulico que me había regalado para mi cumpleaños. “A ver si así entiende el paspado de tu padre”, eso fue lo último que dijo antes de cortar y la verdad que no me animé a preguntarle para qué quería el martillo.
Pero bueno, ahí estaba yo muy concentrada en la ruta al ritmo “Conga Less” (el pasacasete se había trabado y no había podido sacar a Las Primas), cuando de repente veo una luz que giraba en forma de círculo y dejaba unos destellos color rojo. Paré el auto y saqué de la guantera una bengala amarilla que siempre reservaba para esas ocasiones. El plato volador estacionó en la banquina de enfrente, puso las balizas y tres hombrecitos con traje de amianto cruzaron la ruta.
- Buenas noches…
- ¡Ay, ay, ay! ¡no lo puedo creer! Tengo que a llamar a Chiche Gelblum para contarle esto… ¿no tienen una moneda para el teléfono?
- No, lamentablemente no doña, Rodolfo se olvidó la billetera en Júpiter y de nosotros tres, él es el único que trabaja. Pero no hace falta llamar ni Chiche ni a nadie, preferimos el anonimato, en serio. En realidad el motivo de este encuentro cercano era para pedirle a ver si podría bajar el volumen de la radio que nos hace interferencia con el GPS de la Central Intergaláctica y el Marce, acá presente, está más perdido que perro en cancha de bochas.
- ¿Estoy loca o nos estamos comunicando telepáticamente?
- Lo primero no sabría decirle, lo segundo afirmativo.
- Che muchachos ¿no tenemos cinco minutitos? Que me gustaría invitar a la rubia a tomar un café…
- ¡Ay, ay! ¿Cuál de los tres fue? ¿Quién es el que quiere tomar un café conmigo?
- Rodolfo, pero no le haga caso, no tenemos tiempo. Tenemos una reunión con el intendente de Chacabuco y estamos llegando tarde y… ¿qué me dice del volumen, lo puede bajar o no?
- Yo la verdad encantadísima de poder ayudarlos, pero lo que pasa es que se rompió el pasacasete y está trabado.
- Está bien doña, no se haga problemas. ¿Podría decirnos para dónde queda Chacabuco?
- Mire, agarra la 41 todo derecho hasta Mercedes y ahí empalma con la 7 y lo deja directo en Chacabuco.
- Gracias doña. No corra ¿eh? y la próxima cuidado con la bengala que casi nos rompe el parabrisa.
- No hay de que… Rodolfo llamame: O324-21583, si llamás desde el exterior creo que tenés que marcar 0054 antes y sacar el cero de 0324...
- Perfecto bonita… me parece que dentro de unos años luz tenemos que volver a la Tierra a hacer un par de tramites. Te pego un tubaso y te paso a buscar, ¿te va?
- Me re va… chau chicos.
- Hasta pronto doña…
Esperé a que despegaran para irme y en eso que arranco el auto veo que el pasto de la banquina está manchado con aceite. Me paré en el medio de la ruta y pensé “cámbienle los empaques a la nave que está perdiendo aceite… en el kilómetro 74 de la 41 hay una YPF que hace 2x1…” pero me parece que no me escucharon porque ni se mosquearon.
Seguí camino para Castelli pensando si mami creería o no lo que me había pasado, en lo insignificante de nuestra existencia, en si el rubio ceniza es más claro que rubio almendra y por cuánto tiempo más Naranja dormiría colgado de sus patas, cuando en el cielo apareció un corazón gigante de color verde que decía “Mónica Beatriz y Rodolfo UPS”. Cuando el dibujo se desvaneció el pasacasete estalló.

viernes, 20 de agosto de 2010

Todo culo tiene escrito “Made in China”


Por la época en que el yoga y Wai Lana eran su pasión, Mónica Beatriz había decidido que para ser un verdadero “yogi” había que ser chino, o al menos parecerse a uno.
Su metamorfosis comenzó y terminó por la característica oriental más evidente: los ojos.
A pesar de que en el hospital Blas Dubarry había visto toda clase de atrocidades, incluyendo al ambulancista Anselmo sacándose de las muelas un pedazo de choripán del mes pasado, Mónica Beatriz temía a los bisturís. La idea de pasar por el quirófano para rasgarse los ojos quedó rotundamente descartada desde un comienzo.
Trató sin éxito toda clase de artilugios. El primer intento consistió en algo más bien rústico. Había atado las pestañas de su ojo derecho con una bandita elástica que pasaba por detrás de la cabeza hasta alcanzar las pestañas de su ojo izquierdo. Todo parecía funcionar de maravillas siempre y cuando no pestañara. En cuanto los párpados intentaban humedecer las córneas, una de las puntas de la bandita se soltaba y daba un chicotazo en el ojo que aún tenía las pestañas amarradas y hacía saltar el lente de contacto color verde.
La segunda empresa fue resultado de un complejo mecanismo a tracción humana. Mónica Beatriz asomó la falsa cabellera rubia por la ventana de su cocina, opacó por unos segundos al sol que brillaba en el cielo mercedino y llamó a dos de los albañiles que trabajan en su techo.
- ¡Titooooooo! ¡Jesúúúúúúús! Vengan inmediatamente para acá…
Por la escalera de madera que comunicaba la parte en construcción de la casa con el deck de la primera planta, comenzaron a vislumbrarse dos pies que luego se convirtieron en dos pies y dos piernas, que luego se convirtieron en dos pies, dos piernas y un tronco, que luego se convirtieron en dos pies, dos piernas, un tronco y dos brazos, que luego se convirtieron en dos pies, dos piernas, un tronco, dos brazos y un cuello y finalmente se convirtieron en un Tito entero. Lo mismo ocurrió con Jesús.
- ¿Qué patrona?
- Necesito volverme china.
- ¿Probó comiendo mucho arroz, patrona?
- ¡Pero déjese de decir pavadas Jesús y ayúdenme!
- Está bien patrona ¿qué hacemos?
- Tito a mi derecha, Jesús a mi izquierda. Ahora cada uno con el índice me achina el ojo ¿entendieron?
- ¿Y por cuánto tiempo, patrona?
- ¿Cómo que por cuánto tiempo Tito? ¿usted cree que uno se hace chino por una hora? No, uno se hace chino para toda la vida o no se hace chino.
- Si usted lo dice patrona.
- ¿Así le parece bien?
- Mmmm…. a ver, vayamos al espejo. No, más, más, más, mmmme parece que así está bien – dijo Mónica Beatriz cuando de tan achinado que tenía los ojos no veía en el espejo más que tres siluetas borrosas. Mónica Beatriz hubiera sido incapaz de decir cuál de las tres le pertenecía si sobre la mancha del medio no se hubiera encontrado el distintivo halo amarrillo de su pelo.
- ¿Y por qué china?
- Porque para ser un verdadero yogi hay que ser chino Tito.
- ¿Pero Yogi no era un oso? – Jesús se encontraba en este momento aún más confundido que cuando su mujer le decía “hacé lo que quieras querido”
- ¡Pero si será posible! ¡Qué abren la boca y se le caen las boludeces! Yogi de Y-O-G-A
- Ahhh, pero esos son hindúes, no chinos patrona
- ¡Por Dios! ¡Tito cállese y apriete el índice que estoy empezando a ver nítido!
- ¿Así?
- Sí, así. Mire si Wai Lana hace yoga y Wai Lana es china, el yoga es chino. Además, ahora qué cosa no viene de China, todo, todo hasta el puto dulce de leche tiene escrito en el culo “made in China”.
Luego de la reflexión sobre el precario estado de la economía argentina, la yogi y sus secuaces frente al televisor se dispusieron a hacer lo que todo chino hace: yoga. Naranja, el conejo blanco, se había subido a la cabeza de Mónica Beatriz y dormía tranquilo.
- ¿Y cómo se prende esto patrona?
- Con el botón rojo Jesús, como todos los televisores. “Corky” es más inteligente que ustedes dos juntos manga de inservibles!
- Y qué canal
- Infinito
- Sí, pero qué número patrona.
- No sé Tito, fíjese usted que yo no veo un pomo, en cuanto aparezca una china al borde del mar, con una guirnalda de flores en el cuello haciendo el saludo de la gaviota al sol, ése es.
- Che Tito ¿vos crees que será esto?
- No seas boludo Jesús, eso es un documental de Hawai.
- Pero es una con los ojos chinos, tiene un collar de flores y está en la playa. Patrona ¿está segura que el yoga no es de Hawai?
- No seas tonto Jesús y pasame el control- pidió Tito -Infinito, Infinito, Infini… uhhh Catherine Fulop, ¿no se copa con el aerobics mejor Patrona? Nosotros le tenemos el step
- ¡Pero qué manga de baboso! ¡Pásenme el control y sáquenme los dedos de los ojos que no veo nada! Ahí está, la ven: china, flores, mar y saludo al chacra pélvico. Ahora volvamos a empezar: índices en mis lagrimales exteriores y un gran “OM” para estar bien relajados.
- OMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMMM (los tres en coro)
- ¿Qué es lo que hace Wai Lana?- preguntó Mónica Beatriz en su ceguera “made in China”
- No sé patrona, parece que se rasca la oreja con el pie y la gaviota que está al lado le quiere picar el culo. Mire, ya bastante que la volvimos china yo no quiero ser el culpable de que encima quede paralítica y además si la gorda (mujer de Jesús) me encuentra ahora así, tocando a la patrona, se me arma la podrida.
- ¡Miren que me tienen harta, eh! ¡Fuera! ¡Fuera los dos! Vayan a seguir poniendo ladrillos y me terminan la casa rápido que me van a volver loca.

El tercer y ultimo intento resultó. Mónica Beatriz se estiró las patas de gallo hacia arriba y las pegó a las sienes con cinta scotch “made in china”. Mónica Beatriz pasaba horas enteras meditando por miedo a chocarse con los muebles, y cuando salía de la casa de la calle 32 lo hacía siempre en kimono y con Naranja atado a una correa para que la guiara.
En el Blas Dubarry la creyeron loca. Entre placa de pulmón y placa de fémur, Mónica Beatriz se limpiaba el duodeno gracias a la posición del tigre, decoraba las paredes del servicio de Rayos X con el signo OM, llevaba incienso a los enfermos con problemas en las vías respiratorias y ofrecía cura por imposición de manos a los internados en traumatología.
Luego de su desayuno habitual, un vaso de agua caliente, un ala de pollo, cerdo agridulce y un canelón, el director del hospital Blas Dubarry llamó por altoparlante a Mónica Beatriz.
- Dígame una cosa Mónica Beatriz ¿usted se volvió china o idiota? El tórax no está en los pies y las muñecas están arriba de las manos y no en el cráneo.
En su estado de espiritualidad avanzada Mónica Beatriz comenzó a considerar el lenguaje oral como defectuoso y prefería mantener conversaciones mediante banderas de señas náuticas. A la pregunta sobre si su nueva condición intelectual era la de un subnormal o un oriental, Mónica Beatriz sacó de su cartera la bandera lima (bandera ubicada en la esquina superior derecha del texto que significa: “pare su buque inmediatamente”). El director que no entendía de mares pero sí de fútbol tomó aquello como una burla por la derrota del domingo anterior de su equipo Estudiantes de Mercedes ante el Club Social y Deportivo de Flandria y le dijo:
- Antes muerto que “Canario”.
Mónica Beatriz que no entendía de mares y menos de fútbol, pero sí de pájaros tomó aquello como una acusación extremadamente racista sobre su nuevo color piel. Como no tenía otra bandera en su cartera, Mónica Beatriz consideró que lo mejor era no responder, tiró varia veces de la correa de Naranja para que el conejo dejara de comer los malvones del director y se marchó. En el camino hacia la puerta, Mónica Beatriz chocó con una camilla y se enredó los pies con un estetoscopio.

Sobre la puerta de la casa de la calle 32 Mónica Beatriz colgó el siguiente cartel: “Primer centro mercedino de Resistencia Maoísta”. Mónica Beatriz se atrincheró en su cuartel y reclutó por la fuerza al Doctor Lee, acupunturista reconocido y único chino de la ciudad. En un acto de rebeldía Mónica Beatriz obligó al Doctor Lee a tatuarle con las mismas agujas que él usaba para aliviar el estreñimiento “Made in China” en su nalga izquierda. Pasaban el día entero practicando yoga y Tai Chi Chuan, en los ratos libres jugaban al Mahjong o discutían muy seriamente sobre las decoraciones para los próximos festejos del Año Nuevo Chino. Juntos idearon un nuevo método interactivo para recaudar adeptos “Ser yogi o chino es fácil y además se puede hacer por teléfono!!!”. Crearon también una página en Facebook “Yo también me di cuenta que era chino a los 45 años” a la que Mónica Beatriz subió una serie de videos titulada “Yoga fácil para yogis rubias” y una guía paso a paso de “Cómo transplantar un bonsai al jardín y ahorrarle el complejo de inferioridad”. Ante la preocupante falta de “fans” el Doctor Lee interrumpió su Yema Fenzong a la mitad para dirigirse a su Comandante:
- Mónika Beatliz, cleo sabel pol que no tenel “fans”. Pelo lubio no chino, pelo neglo si chino. Complende??? Lubio no chino, molocho si chino.
Mónica Beatriz, que se encontraba haciendo un móvil con fideos “moñitos”, tiró el paquete de pastas al suelo, se arrancó de un tirón la cinta scotch y juró por Confucio, con el kit de acupuntura en la mano, que si no iba del “cualtel” inmediatamente le iba a dejar los ojos como dos sandías y el culo como un alfiletero. El Doctor Lee se marchó y con él el sueño de la nueva República Popular China en la ciudad de Mercedes.
Mónica Beatriz salió a la calle y corrigió el cartel: “Primer centro mercedino de Resistencia Maoísta. La casa se reserva el derecho de admisión ”.