martes, 21 de septiembre de 2010

Aunque usted no lo crea...

“O.V.N.Is, platos voladores, extraterrestres, aliens, marcianos, Lía Salgado…. Son temas que se han visto asociados a excéntricos o chiflados. Con frecuencia las personas que han tenido encuentros cercanos con estos seres, confiesan pertenecer a uno de estos dos grupos.”

Testimonios de acercamientos paranormales y abducciones por Mónica Beatriz:

Miércoles 5 de noviembre del ‘98. Antes que nada déjenme decirles que a mí nadie abdujo nada. Yo estaba de guardia en el Hospital Blas Dubarry, como todos los miércoles, cuando Beti, la telefonista, me llama a las tres de la mañana para decirme que había una placa de muñeca. Me levanté, hice la placa y traté de volverme a dormir, pero fue imposible. No podía dejar de pensar en los canelones de jamón y queso que les habían servido a los internados esa noche. Me puse el salto de cama, las pantuflas y fui a la cocina. Cuando volví con dos canelones en la mano, noté que Naranja, mi conejo blanco, se comportaba de una manera extraña. Se había parado sobre sus patas traseras y estaba cantando “La pollera amarilla” de Gladys la Bomba Tucumana. Me llamó la atención porque yo sólo le había enseñado “Somos novios” de Armando Manzanero. Pero bueno, lo dejé terminar y cuando estábamos a punto de irnos a la cama, la habitación se inundó de una luz blanca. Los que tenemos ojos claros generalmente sufrimos de fotofobia. En eso en que me estoy acercando a la ventana para ver de dónde viene la luz, un brazo metálico entra y me roba los canelones. La luz se hizo cada vez más chica hasta desaparecer. Cuando le conté lo que había pasado a Alberto, el policía del hospital, me dijo: “No te preocupes, yo te consigo otro dos canelones”.

Viernes 31 de diciembre del ‘93. Estaba despidiendo el año con Cabrera, mi jardinero. Cuando se nos acabó la sidra, Cabrera sugirió que sigamos el festejo con el querosén y ananá picada. Después de la primera jarra, Cabrera aceptó subirse conmigo al techo de la casa para tirar unas bombas de estruendo a unos vecinos con cuyos gustos musicales no estaba yo del todo de acuerdo. Nos trepamos por la Santa Rita y cuando por fin llegamos arriba me di cuenta que había dejado las bombas de estruendo junto al pan dulce en la mesada de la cocina. Me había decidido a bajar pero Cabrera cortó una flor de la Santa Rita, se la puso detrás de la oreja y me invitó a bailar. Estábamos de lo más bien al ritmo de “Muchacha Triste” de los Piratas del Caribe, cuando una luz fucsia y turquesa empieza a acercarse. Al principio creímos que algún vecino quería prenderse al bailongo y de buena onda traía una bola de boliche para animar la fiesta que era más bien triste. Pero cuando se acercó más a nosotros, vi que la bola no era en realidad una bola sino algo que se parecía mucho a la cabeza de Cesar Banana Pueyrredón, pero con más forma de kiwi que de banana. La boca de Cesar Banana se abrió y unos tipos vestidos de Power Ranger hicieron una ronda alrededor de Cabrera.
- Pachroncita, no se preocupe que son mis amigos. Aparecen cada vez que le doy al querosén.
Ni bien terminó de decirme eso una lengua gigantesca salió de la boca de Cesar Banana y se los tragó a todos. Luego hubo un ruido raro, que no podría decir si fue un eructo o los motores de la nave espacial. Me quedé un poco confundida con lo que había pasado así que decidí bajar. Corté un poco de turrón y empecé a hacerme la permanente.
No volví a ver a Cabrera hasta el día de Reyes. El jueves 6 enero a las cuatro de la tarde, estaba yo haciéndome la toca cuando alguien me tocó el timbre. Era él disfrazado de Melchor. Me contó que dentro de la cabeza de Cesar Banana, los Power Rangers le hicieron toda clase de estudios físicos y que como hacía mucho que no visitaba el médico no se resistió. Me contó también que les enseñó a hablar español y decir “Pachroncita” a las mujeres que paseaban en bicicleta.
- ¿Y cómo le dieron los estudios, Cabrera?
- No sé, me dijeron que los de sangre iban a estar en un par días y que si no tenía noticias de ellos era porque todo marcha sobre ruedas. Me aconsejaron también que me ponga a estudiar decoración de interiores, pero la verdad Pachroncita que yo prefiero estar al aire libre, así que vengo a pedirle mi antiguo puesto de jardinero y admirador.
- Pase, Cabrera, pase.

Viernes 26 de abril del ‘89. Iba manejando por la ruta 41 para Castelli y como era de noche y no había nadie, subí el volumen del pasacasete y saqué la cabeza por la ventanilla para secarme el pelo. “Saca la mano Antonio” de Las Primas me pone siempre de un humor muy festivo. Cuando ya tenía el pelo como el de Mónica Guido, giré el espejo retrovisor y empecé a maquillarme. Me acuerdo que por esa época, Naranja, mi conejo blanco, sufría algún tipo de trastorno de identidad y dormía colgado de sus patas traseras como un murciélago en el asiento de atrás. El asiento del acompañante estaba ocupado por un martillo hidráulico que me había encargado mami.
Esa mañana había hablado por teléfono con ella y después de haberme contado durante tres horas seguidas sobre su vecina Angeles, la cornuda, me comentó, así como al pasar, que ella y papi habían tenido un intercambio de opiniones, y que necesitaba urgentemente el martillo hidráulico que me había regalado para mi cumpleaños. “A ver si así entiende el paspado de tu padre”, eso fue lo último que dijo antes de cortar y la verdad que no me animé a preguntarle para qué quería el martillo.
Pero bueno, ahí estaba yo muy concentrada en la ruta al ritmo “Conga Less” (el pasacasete se había trabado y no había podido sacar a Las Primas), cuando de repente veo una luz que giraba en forma de círculo y dejaba unos destellos color rojo. Paré el auto y saqué de la guantera una bengala amarilla que siempre reservaba para esas ocasiones. El plato volador estacionó en la banquina de enfrente, puso las balizas y tres hombrecitos con traje de amianto cruzaron la ruta.
- Buenas noches…
- ¡Ay, ay, ay! ¡no lo puedo creer! Tengo que a llamar a Chiche Gelblum para contarle esto… ¿no tienen una moneda para el teléfono?
- No, lamentablemente no doña, Rodolfo se olvidó la billetera en Júpiter y de nosotros tres, él es el único que trabaja. Pero no hace falta llamar ni Chiche ni a nadie, preferimos el anonimato, en serio. En realidad el motivo de este encuentro cercano era para pedirle a ver si podría bajar el volumen de la radio que nos hace interferencia con el GPS de la Central Intergaláctica y el Marce, acá presente, está más perdido que perro en cancha de bochas.
- ¿Estoy loca o nos estamos comunicando telepáticamente?
- Lo primero no sabría decirle, lo segundo afirmativo.
- Che muchachos ¿no tenemos cinco minutitos? Que me gustaría invitar a la rubia a tomar un café…
- ¡Ay, ay! ¿Cuál de los tres fue? ¿Quién es el que quiere tomar un café conmigo?
- Rodolfo, pero no le haga caso, no tenemos tiempo. Tenemos una reunión con el intendente de Chacabuco y estamos llegando tarde y… ¿qué me dice del volumen, lo puede bajar o no?
- Yo la verdad encantadísima de poder ayudarlos, pero lo que pasa es que se rompió el pasacasete y está trabado.
- Está bien doña, no se haga problemas. ¿Podría decirnos para dónde queda Chacabuco?
- Mire, agarra la 41 todo derecho hasta Mercedes y ahí empalma con la 7 y lo deja directo en Chacabuco.
- Gracias doña. No corra ¿eh? y la próxima cuidado con la bengala que casi nos rompe el parabrisa.
- No hay de que… Rodolfo llamame: O324-21583, si llamás desde el exterior creo que tenés que marcar 0054 antes y sacar el cero de 0324...
- Perfecto bonita… me parece que dentro de unos años luz tenemos que volver a la Tierra a hacer un par de tramites. Te pego un tubaso y te paso a buscar, ¿te va?
- Me re va… chau chicos.
- Hasta pronto doña…
Esperé a que despegaran para irme y en eso que arranco el auto veo que el pasto de la banquina está manchado con aceite. Me paré en el medio de la ruta y pensé “cámbienle los empaques a la nave que está perdiendo aceite… en el kilómetro 74 de la 41 hay una YPF que hace 2x1…” pero me parece que no me escucharon porque ni se mosquearon.
Seguí camino para Castelli pensando si mami creería o no lo que me había pasado, en lo insignificante de nuestra existencia, en si el rubio ceniza es más claro que rubio almendra y por cuánto tiempo más Naranja dormiría colgado de sus patas, cuando en el cielo apareció un corazón gigante de color verde que decía “Mónica Beatriz y Rodolfo UPS”. Cuando el dibujo se desvaneció el pasacasete estalló.

1 comentario:

  1. Genial, Mica! Me maté de risa mientras se lo leía a Ale... excelente! Beso!

    ResponderEliminar