lunes, 14 de marzo de 2011

Dubarry Joup I

Como todos los mediodías a la hora del postre, Mónica Beatriz se puso a hojear la sección “ciudad” del diario mercedino. Leía distraída los títulos mientras jugaba con un escarbadientes usado. Naranja, el conejo blanco, la miraba desde arriba de la heladera con ojos de siesta. “Invasión de ardillas azota a Mercedes” la puso de buen humor, por fin el parque municipal comenzaba a parecerse a los espacios verdes de las grandes metrópolis del mundo como el Central Park de Nueva York, el Italpark de Recoleta o el Hyde Park de Londres.
Estaba a punto de dejar caer su falsa cabellera rubia sobre los restos de tuco del almuerzo, cuando un titular la arrancó de su principio de sueño: “El sector privado gana numerosos pacientes al hospital Blas Dubarry”. El palillo cayó de la boca de Mónica Beatriz y rebotó tres veces en cámara lenta por el suelo de la cocina. Era momento de retribuirle algo al lugar que la había visto crecer profesionalmente. Corrió a toda velocidad los sesenta centímetros que la separaban del dormitorio, agarró la chaqueta blanca que usaba todos los miércoles para hacer la guardia, descosió la inscripción “Técnica radióloga”, bordó con hilo rojo tres letras y un punto: Dra. y al final de su nombre agregó el apellido Weaver. Buscó un poco más al fondo del armario y encontró su antiguo guardapolvo blanco a tablas de la secundaria. Con un marcador gris escribió Dr. Ross a la altura del corazón y lo metió en una canasta de mimbre. En el mismo cesto tiró un walkman, 10 casetes vírgenes, su teléfono celular, una cámara filmadora, su cepillo de brushing, 3 metros de soga, una caña, un despertador, 5 fotos de ella en primer plano, un estetoscopio, un labial rojo, su set completo de maquillaje, el costurero y una guía práctica para la mujer moderna de la revista Para ti. Acomodó a Naranja en su cartera Luís Botón, besó el póster de George Clooney, que colgaba encima de la cabecera de la cama, se asomó por la ventana, miró hacia arriba, llamó a Tito y a Jesús y los cuatro emprendieron marcha en la furgoneta hacia el Club Porvenir.

Cabrera estaba apoyado contra la barra y besaba el pico del cartón de un Uvita Fiesta. Segundo, el perro, corría detrás de una pelotita de metegol que se había caído de la mesa de juego.
- ¿Güer is ji? ¡Its an emershenci ! Preguntó Mónica Beatriz, que ya se había disfrazado de la Dra. Weaver y sostenía, con los brazos en cruz, las dos hojas de la puerta de entrada del Porvenir.
Los muchachos del metegol no entendieron ni una sola de las palabra que había dicho la rubia, pero sabían a quién buscaba y cabecearon en dirección del mostrador. Mónica Beatriz corrió hacia Cabrera, Tito había comenzado a filmar y Jesús, que era el encargado del sonido, la siguió con el casete virgen ya dentro del walkman y la caña, de la que había atado, para hacer el asunto más creíble, la soga y el cepillo.
- “Chruvia Moreno, pulpera gaucha,
de falda chroja, bincha y puñal”
Cabrera entonaba los versos con los ojos cerrados mientras imaginaba a su Patchroncita. El recuerdo se le había vuelto tan vívido que creyó escucharla hablar en un idioma incomprensible. Culpó al Uvita Fiesta y siguió cantando:
- “Eras más brava que las leonas,
en los juncales del abardón”.
Cabrera sintió de pronto que una garra, efectivamente la de Mónica Beatriz, lo sacudía del brazo, pero prefirió ignorar la sensación y siguió entonando los versos de Don Carabajal.
- ¡Güec up! ¡Dóctor Ross, Güec up! ¡An inocent soul nids iu! – insistió Mónica Beatriz, que terminó por perder la paciencia, tiró el estetoscopio al piso y gritó - ¡Corten! ¡Corten! ¡Corten!
Tito dejó de filmar y Jesús tardó un buen rato en encontrar el botón de stop en el walkman. Del susto, a Cabrera se le cayó el tetrabrik de vino tinto y manchó el guardapolvo de la Patchroncita. A pesar del sobresalto, Cabrera, embelesado, le regaló a Mónica Beatriz la imagen de su sonrisa con la ventanita que se forma por la falta de los incisivos superiores. Segundo, el perro, estaba tan contento al ver la felicidad de su amo, que aprovechó el revuelo de la filmación para montarse al conejo. Naranja, frunció el rabo, saltó al mostrador y de ahí a la cabeza de Mónica Beatriz.
- ¡Patchroncita!– dijo Cabrera, después de haber levantado el vino del suelo y convidarle un sorbito.
Mónica Beatriz ahuyentó a Naranja de su pelo, volvió a tirar el envase al piso y le zampó una cachetada a Cabrera.
- ¡Pero qué patroncita ni patroncita cabeza de tarro! Ahora usted es el Dr. Ross y yo la Dra. Weaver y tiene salvar a un alma inocente que lo necesita. ¡Rápido, vestuario y maquillaje!- gritó Mónica Beatriz y al mismo tiempo chasqueó los dedos.
Jesús se apresuró a dejar la caña-micrófono y el walkman para ir a buscar en la canasta el guardapolvo blanco a tablas y el set de pinturas. Después de unos buenos cinco minutos, Jesús logró ponerle a presión el delantal a Cabrera. De las tablas no había quedado ni rastro, la panza de Cabrera había dejado la tela lisita, lisita como pelo de indio.
- Póngale más colorete, Jesús, que el Dr. Ross, se ve un poco pálido y ya que estamos avívele los labios también – ordenó Mónica Beatriz y ella misma se encargó de dibujarle con el delineador de ojos un lunar en el cachete izquierdo, detalle que a su criterio le faltaba a George Clooney para convertirse en un verdadero latin lover.
- ¡Ta que lo tiró!- dijo Cabrera limpiándose los labios con el dorso de las manos- si el Sigundo me ve ansina me gua perder tuito el chrespeto. Ademá, si necesita chrescatar un alma inocente por qué no lleva al pobre cristianu a la pachrroquia y me endeja en paz a mí.
Cacho, el cantinero, había empezado a abanicar a Mónica Beatriz, que tras fingir un desvanecimiento, se había acostado sobre la barra.
- ¡Con güisqui la Coca, Cacho, que esto de la tele-realidad la pone a una bajo mucha presión!- exigió y saltó desde donde yacía moribunda hacia Cabrera- ¡”Salvar un alma inocente” es una metáfora, idiota!, ¿sabe lo qué es una metáfora?
- ¿Una hechrramienta pá el jardín?
- ¡Pero si será bruto, mierda! ¡Olvídese de la metáfora y escúcheme bien! Vamos a hacer un reality show, como el Gran Hermano, pero en vez de quedarnos encerrados como esa manga de pelotudos, vamos a hacerlo tipo “I.AR.” (E.R.) o “Chicago Joup” (Chicago Hope) y usted va a interpretar al Dr. Ross y yo a la Dra. Weaver. Después vamos a vender el piloto a Multicanal y cuando el programa sea famoso vamos a recuperar los pacientes del Hospital Blas Dubarry que se fueron al sector privado ¿entiende?, el asunto es hacerlo mediático.

CONTINUARÁ.
(Próxima publicación lunes 21 de marzo)

6 comentarios:

  1. ....jajajajajjajaajaaa me meooooooooooooooo !!

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  2. Jajaja! Buenisimooo Michelll! Quiero mas!
    Mil besoss
    Marian.

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  3. Gracias a los dos lindos!!! el 24 continua la historia.
    m.

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  4. jajajaja la Brigite del dubarry !!!

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  5. ESTA MUY BUENO Y MUY REAL A LO QUW ES MONICA BEATRIZ , MUY BUENO MICA, BESOTES

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